Pero como pasó todo
tan rápido? Estás corriendo hacia el auto o el taxi con los bolsos
de mano. Abrís la puerta y los tirás dentro como si fueran
salvavidas y regresás en un pique corto a buscar a tu mujer que
sale del edificio con la panza explotando en todas direcciones y
cuando la tomás del brazo en un grito estalla su “ no doy más, ya
viene !” y comienza tu personal película de terror. La estas
viviendo. Está en tu cara.
Pongamos pausa.
Mantengamos estas ultimas imágenes.
La realidad te acaba
de dar una cachetada y a un nivel inconsciente ya sabés que para el
padre, no es como en las películas o en las publicidades. Los tonos
pastel ya no existen. Y también quiero que te enteres de lo que
viene: pasás a ser el mono de carga. El maletero al que le dicen
dónde, cómo cuando debe hacer las cosas mientras la pobre lucha con
las contracciones o las dilataciones o simplemente con la espera, que
es cruel y es mucha.
También sé que si
decidiste estar al momento del parto la cosa se va a poner tan movida
como en un entrenamiento con los marines. Todo va a suceder muy
rápido. Va a haber mucha acción y como en situación desconocida,
vas a ser arrollado por aplanadora. Luego habrá tiempo para
analizar.
Puro instinto, que
le dicen.
Pongamos la segunda
pausa.
Es verdad que las
situaciones de parto pueden ponerse de los mas variados colores,
pero en Las generalidades, a los hombres nos tienen bastante
acostumbrados a cubrir ese rol social paterno pasivo. O en palabras
de a centavo, ahora es tu mujer, vos no existís.
Y esto no es tan
así. Tan claro como que en sin actores secundarios las películas
son puro monólogo. Por supuesto que nos tienen adoctrinados desde
tiempos añejos a esperar en la habitación de al lado, a traer el
agua caliente, a comernos las uñas, a fumarnos todo, a hacer un pozo
de tanto ir y venir, a seguir a los médicos sin noticias.
Solo costumbres.
Las costumbres
pueden cambiarse.
Hay un sano sentido
común en que los médicos y el personal se centren en el bienestar
de tu mujer y tu hijo.
Quien podría
advertir en esos momentos, salvo vos, que está sucediendo una de las
más importantes experiencias vitales de tu historia? Y algo más
tarde, tampoco percibirás que se ha abierto una puerta diferente en
tu interior. Llegarán tan pequeños que tampoco despertarán tu
interés. Pero ahí estarán. Crecerán.
Miedos.
Nuevos,
fresquísimos, flamantes. Arribarán tan cotidianos que no serán
registrados en nuestros radares.
Es que jamás
habíamos sido padres! Las sociedades o las culturas o las familias
nos mandaron a cumplir roles a lo John Rambo, de supervivencia y
aguante a pesar del dolor y la catástrofe.
Rambo no tuvo un
hijo, yo sí ! No jodan !
Una buena manera de
exorcizar algunos de esos miedos es fortalecer la relación con tu
mujer e hijo. Lo importante es la cercanía. No caigas en la vieja
trampa de “que a esto le pasa a mi mujer o esto es asunto que
atiende mi mujer”. Siempre encontrás situaciones y momentos para
demostrarte la existencia de tu paternidad. Cumplila.
Y en un universo de
emociones, a veces las palabras para describirlas o explicarlas no
aparecen de manera corriente. Como todo descubrimiento, se produce
buscando y probando, testeando el camino correcto para nosotros. Ya
sea contando el miedo, la extrañeza y el desconcierto como la
indiferencia por el nuevo evento.
La paternidad es un
viaje tan inmenso, tan humano y emocional, tan sin red ni nortes ni
manuales acertados que solo se produce involucrándose.
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