Argentina lleva el fútbol en su ADN. Pero en lo que a nivel local respecta, diversas circunstancias lo está hiriendo feo. La reciente suspensión del super clásico nacional Boca River/River Boca equiparable a un Barcelona Real Madrid por la agresión con gas pimienta a jugadores de River por gente (?) desde la tribuna suma a la lista de hechos bochornosos, muertes, corrupción policial dirigencial, política, barras bravas y violencia generalizada en éstos espectáculos.
Todos
los medios siguen comentando y poniendo más de un ojo en la
investigación en curso pero me ubico en las incongruencias.
Una
de las tradiciones argentinas es llevar a su hijo a la cancha a ver
al equipo favorito. No es exclusivo, sucede en todo el mundo pero
desde hace tiempo se tornó un hecho claramente peligroso. Las barras
bravas dejaron las clásicas peleas por los “colores” de sus
equipos para ocuparse pura y exclusivamente del negocio ilícito de
re- venta de entradas, custodia de dirigentes del fútbol, drogas,
zona para “trapitos” (trapito= persona que en un lugar de libre
estacionamiento dice que cuida tu auto y pide a cambio de $100 a $200
( 15 o 20 euros) o más por auto por evento multitudinario en las
cercanías del estadio)zonas liberadas por la policía para que
actúen, venta de remeras, comidas y etcs. sin autorización alguna
en las cercanías y todo gran o pequeño negocio satélite.
La
AFA y demás poderes al efecto parecen no encontrarle solución a
éstos hechos o parece no convenirle encontrar solución.
Qué
padre por fanático que sea llevaría a su hijo/s para verse en medio
de una batalla campal mortal entre hinchas, dentro o fuera del
estadio?
Qué
padre llevaría a su familia para que sea robado dentro del estadio o
en inmediaciones?
Ni
un operativo con 1300 policías y con una sola hinchada en el estadio
quiebran lo desastroso de los hechos.
Está
claro que la violencia no solo ataca al fútbol. Es una
representación de ciertos desordenes, desigualdades, frustraciones y
demás en niveles medianamente profundos de la sociedad y en
cualquier estrato social. Tal vez la masa no puede ver el dibujo
completo, la enfermedad que nos tomó buena parte del cuerpo social y
fuerzas que tratan de construir parte del tejido social lo usan a
conveniencia.
Podemos
esperar que barras sean violentos en pos de sus intereses pero como
vemos, como en el nombrado clásico, que la gente común, el
espectador promedio arroje objetos como parte de una conducta
desatada en un ámbito que parece permitirlo todo: la cancha.
Se
me ocurre pensar en aquellos padres que sienten bien ese juego y
quieren compartirlo con su familia o sus hijos, sería como un padre
que muestra a su niño un animal en extinción.
Si
tengo suerte lo veo libre en la sabana.
Si
no tengo tanta suerte lo encuentro en un zoológico
Si
la cosa se fue al demonio, solo podré ver en TV, o en internet, como
un espectro de lo que fue.
Esperemos
que no pase ésto entre nosostros.
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