gran pregunta nene...
El
fin de semana vivo la desafortunada ocasión de chocarme con la
desaparición de una menor. ´Por suerte la historia no termina en
policiales pero si se aloja cómodamente en el sector “ incontables
menores entre 12 y 16 que escapan por no seguir las normas de su
casa”
Y
explico este “rubro” para diferenciarlos de los que
verdaderamente sufren violencia física y psicológica en sus hogares
(cuando se los puede llamar así), tienen una familia fragmentada o
no la tienen, muy pocas veces tuvieron contención alguna o
directamente flotan, en las calles. Con todos esos ingredientes, no
podemos esperar que las cosas salgan bien.
Cuanto
utilicé el término incontables, me estaba preparando para
informarles que por lo menos en la ciudad de Buenos Aires según el
Consejo de los derechos de niñas, niños y adolescentes en mayo 2015
en un informe sobre la temática, 3 chicos se escapan por dia en
Capital. El 70 % de ellos lo hizo voluntariamente y el 60 % tiene
entre 15 y 17 años. El estudio revela, además, que todavía siguen
sin aparecer 30 menores. Desde el registro de chicos perdidos indican
en este informe que, en más del 95% de los casos, son localizados y
permanecen extraviados entre uno y dos días.
En
Mar del Plata no tenemos cifras ciertas.
Pero
éste no es el tema de tapa, sino las conductas de los padres que
tuvieron esos indeseables desenlaces. Un problema de limites.
Y
qué es un límite? Es poder ubicar éste recurso en los hijos para
poder frenar ciertos impulsos, ciertas necesidades descontroladas que
querrán satisfacer de inmediato.
Por
qué se habla de un recurso? Por que es algo que puede trabajarse y
aprender. Y no temer a utilizarlo. De lo contrario los hijos
aprenderán que “sus deseos son órdenes “ y actuarán en
consecuencia.
Hoy
por hoy, muchos de los padres temen a sus hijos. Esos hijos no son
como sus padres en la adolescencia o niñez. Su agresividad es más
alta, su nivel de frustración ante el NO de los padres es CERO y no
suelen admitir más que sus propias posibilidades y reglas en marcos
de convivencia donde un adolescente justamente por SER ADOLESCENTE,
NO PUEDE GESTIONARLAS.
Los
padres temen poner reglas, límites, consecuencias a conductas no
permitidas porque los atrona la culpa posmodernista, una noción
descafeinada de libertad y una lectura rápida y mal hecha de los
derechos del niño.
Claro
que adolescentes y niños tienen derechos!
Y
está claro que también tienen deberes. Como sus padres.
Valorar
y respetar a la familia, los padres y la comunidad
Actuar
en base a principios de convivencia democrática
Actuar
en base a principios de solidaridad so ial
Respetar
el medio ambiente
Cumplir
con sus responsabilidades familiares, escolares, comunitarias
Respeto
por sus vecinos
Honrar
a la patria y a sus símbolos
Si
muchos sufrieron el autoritarismo de años pasados y no quieren (y en
su justo razonamiento) ponerles conceptos similares a sus hijos,
también deberán darse cuenta que la permisividad les brinde
consecuencias desagradables, en el otro lado del registro.
Como
habrán notado, el equilibrio bajo éstas circunstancias es bien
difícil.
Antes
que ello, tenemos las tareas como padres de asumir ese rol (primero
lo primero) y ejecutar nuestro interés por un dialogo sano con los
hijos, no solo hablar del respeto sino hacerlo presente, vivo,
palpable, práctico. Pensar realmente en educar a una persona.
El
filósofo y educador Jaime
Barylko explicó
en su libro “Los
hijos y los límites” (Emece Editories).
Lo
importante, creían los padres, era el sentimiento. Pero creyeron que
si al sentimiento se lo deja solo -sin guía-, fluirá e irradiará.
Ocurrió que al dejarlo sólo, irradió tempestades. Erraron al
asumir románticamente que el alma humana lanzada a una libertad sin
límites, sin demarcaciones de territorios, podría dar lugar a un
mundo mejor, más bello. No se dio, lamentablemente.
Hoy
sabemos por qué no se dio: la demolición de los límites, o su mera
ignorancia, produce el caos, que nada tiene que ver con la libertad.
Que cada uno haga lo que le parezca, no es libertad; es capricho,
neurosis y caos. Su producto no es la felicidad; es la incomunicación
y la angustia.
Sin
embargo, a lo deberían tenerle más miedo los padres, es a que los
hijos fracasen porque no saben hacer ningún esfuerzo, a que escojan
el mal camino porque se acostumbraron a que todo les está permitido;
y a que no sepan amar porque aprendieron a recibir y no a dar; es
decir, a que carezcan de lo que necesitan para llegar a ser personas
estructuradas, seguras de si mismas y correctas, atributos
indispensables para triunfar.
Solo
en la medida que los guíe el verdadero amor por los hijos podrán
hacer lo más conveniente para ellos, por difícil o doloroso que
sea, y así ayudarlos a ser más sólidos conforme avanzan en sus
etapas formativas
Quizás
el equilibrio sea la respuesta para éste tema, como en tantos otros.
Y no dije mesura. Equilibrio. En la relación de padres e hijos y
como se formó, entre los derechos y deberes de ambos,
entre
las instituciones sobrepasadas por situaciones de minoridad como las
fugas de hogares y los hogares superados por las faltas o los
excesos de límites y restricciones, entre autoridad y autoritarismo,
entre saber como ser padres en éstos tiempos y un modelo de
paternidad heredada que no sirva para la ocasión.
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