Prefiero a un hijo.


                                                     Si señor, va a haber problemas...

De donde viene la idea que los padres deben preferir a sus hijos por igual? En la búsqueda de ésta respuesta encontramos que muchos padres hacen sus elecciones formando parte del mito pero teniendo bases en una realidad que no pocas veces es negada.
“Amo a todos mis hijos por igual”. Eso es imposible! No se puede amar a todos por igual. Amo más a papá que a mamá,  al abuelo sobre la abuela, a una amiga sobre la otra, a una hermana que a un hermano. No hay un equilibrio en ello.
La cuestión en si es un error de interpretación porque no se trata de medición del sentimiento amoroso sino de preferencias. Como cualquier otra persona puede haber afinidades, personalidades, momentos particulares en la historia familiar, etc. que inclinen la balanza.

Quizás lo de emparejar los amores filiales viene de un concepto religioso suficientemente enraizado donde un dios considerado figura paterna explica que ama a todos sin diferencias. Y todos deciden aceptarlo porque nadie querría quedarse en segunda fila…
Entonces, encontramos un mandato de parcialidad donde muchos hermanos quedan atrapados por años a menos que establezcan cuanto antes sus propias reglas y desarmen esos favoritismos. Mucha gente lleva años sin hablarse  porque “mamá me quería más porque fui la primera en nacer”. Mucha gente se hace vieja bajo esa sentencia subjetiva e inamovible para no caer o dejar su categoría familiar.
Orgullo y prejuicio

Una realidad difícil de aceptar por los padres, a pesar de tener sus inclinaciones (ocultas o no) reside en que cada hijo es diferente y exigirá ser amado con el amor que le quede cómodo.
Como minimizar los efectos nocivos en los hijos  que claramente se saben en segundo o tercer orden cuando los padres indudablemente prefieren a uno?
Estos efectos están confirmados por estudios realizados en la Universidad de Cornell y pueden extenderse a través de la vida y el tiempo si los vínculos no son atendidos por los padres.
La bloguera Kate Tietje escribió un artículo en 2011 en el sitio Babble donde confesaba que quería un poco más a su hijo recién nacido por encima de su primera hija, enferma en los primeros meses de vida, y por encima del segundo que fue más tranquilo y pasó desapercibido.
Casi fue crucificada (online, claro).
Muchos de los lectores se preguntaron por la necesidad de aquel sincericidio”, por las secuelas que pudo haber dejado en los hijos menos amados. Para algunos estuvo bien y para otros, mal.
Cada persona tiene momentos y los maneja como puede.
Y a cada cual su respuesta.


Kate Tietje

Una historia conmovedora hasta los huesos sobre preferencias y decisiones es, en ficción, “La decisión de Sophie”. Es estremecedora, no es optimista, no existe redención en la novela de William Styron. Llevada al cine por el director Alan Pakula en 1982 e interpretada genialmente por Merryl Streep, en una escena crucial frente al campo de concentración de Auswitch ella debe decidir cuál de sus hijos vive. Al principio no puede pero el guardia la incita a que lo haga o se lleva a los dos. No puede y los niños son arrancados de su madre. En un tope de desesperación Sophie decide quedarse con el mayor, el varón y entregar a la hijita.
Para algunos esto tiene  diferentes lecturas, como en la vida: se quedó con el varón por ser el primogénito y preferido (apoyando el mito) se quedó con el varón por el machismo de la época y tomó esa decisión para que la pequeña si sobrevivía (…) no la recordara, que la decisión estuvo mal formada por las circunstancias violentas, etc.
Padres, preferencias e hijos, al extremo.



Imposible negar a los favoritos.
La mayoría de las veces los padres que se descubren prefiriendo a uno de sus hijos sienten culpa, vergüenza, enfado y no encuentran como darle vuelta al asunto.
Siglos atrás el tema de la preferencia se forjaba exclusivamente sobre los hijos más fuertes para sobrevivir o convenientes de mantener. Muchos eran abandonados en bosques y dejados a morir. Lo instintivo estaba más afincado en las resoluciones. Con la sociedad industrializada no se tienen tantos hijos, el instinto no es tan fuerte pero el mandato de preferencia no desaparece. Asi, con la muerte de alguno de los padres muchos hermanos eran “elegidos” para dejar a un costado sus vidas y dedicarse a cuidar al resto de la familia sobreviviente.
Como personas y a lo largo de nuestras vidas, por ahí encontramos formas de amar diferentes a las nuestras, heredadas, aprendidas, modificadas, transmitidas, soportadas, sufridas y hasta disfrutadas.
Lo mismo al elegir.
Pienso que no debemos caer en la trampa de creer que porque son “nuestros hijos” repetirán nuestros anhelos, aciertos, errores, formas de amar y de elegir.
No nos replicarán. Y si son criados con libertad estará muy bien que así sea.
No los condicionemos, no los llenemos de culpa, de falsas obligaciones.
Yo prefiero que me amen.
Suficiente y hermoso.


Qué opinas sobre este tema? Gracias por tu comentario.





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