Creencia, tradición, mito, convicción, las realidad está tan
nutrida de pequeñas diferencias que desde cierta distancia parecen lo mismo. Cuando
apareció ante mi mesa de trabajo (¿?) el tema de los padres y el ángel de la
guarda supe que sería un tema cándido, imperturbable, arraigado pero que si
miraba bien había evolucionado con la humanidad y que de un ciclo a otro, las
luces de la civilización lo terminarían disipando.
Incontables personas, padres o no, llevan ésta idea y la
transmiten a los pequeños tratando que encuentren con consuelo, protección,
consejo, compañía, valores morales, etc, quizás sin saber que tal tradición es antiquísima.
Desde escritos de Platón a Fedón en la antigua Grecia, desde
el cristianismo, el judaísmo y el Islam, estos seres representados con alas
estaban asignados a cada persona de este mundo para su cuidado hasta el día de
su muerte.
Espíritus puros que saltaron de la Grecia neo-platonista a
babilonios y asirios, recorrieron el Antiguo Testamento para llevar los
mensajes de Dios, pasaron por las palabras de Zaratustra e incluso no fueron ni
buenos ni malos ni caídos en el mundo islámico.
Recorrieron cada época del hombre, para beneficio o
padecimiento según los interpretaran.
Supongo que la mayoría de los padres en el mundo occidental
buscan la transmisión de cierto grado de espiritualidad en sus hijos, por
encima de cierta banalización del mundo.
En palabras de Robert Wuthnow, profesor de sociología en la
Universidad de Princeton “Somos una sociedad que cree en Dios o en algo
parecido pero no sabemos porque”
Quizás, el atractivo de los ángeles de la guarda para padres
e hijos coincide en que lo comprendamos total o parcialmente, hay algo tranquilizador como respuesta a lo que no
entendemos, al posible vacío, a la
inmensidad que escapa a nuestra mirada.
Y en la voz del Papa Francisco “Los ángeles son compañeros
de Dios que nos puso en su camino. Hay que escucharlos y aceptarlos para evitar
la soberbia. El que cree que puede caminar solo, está muy equivocado” – apuntó en
la homilía de la misa en Santa Marta.
CAMBIANDO DE FORMA.
Con el correr del tiempo. El personaje alado mensajero de Dios
parece haber mutado a personas que aparecen en momentos críticos de nuestra
vida trayendo algún tipo de mensaje o ayuda. Ya no importa la religión sino que
el fenómeno se extendió a una consciencia colectiva que dejó muy atrás el papel
tradicional de las iglesias.
Para Russell Moore, teólogo “En las Escrituras los ángeles
son seres temibles, pero han pasado a ser el sustituto new age de Dios, y eso
es peligroso”
8 de cada 10 dicen haber tenido algún tipo de experiencia
angélica pero entrarían en esa “bolsa de gatos” las apariciones, los demonios,
fantasmas y cualquier otra cosa que ande por ahí y no lo entendamos a primera
vista.
Si, el mundo es amplio y complejo.
Qué hago? Creo o no creo?
“Yo sí creo en ángeles para mis hijos”. Punto. Vuelta de
página.
“Para mí no existen. Es como el hombre de las nieves.”
Punto. Vuelta de página.
“Son como las brujas: no existen pero que las hay, las hay”
Será una cuestión de Fe?
Existe una dura pulseada entre las ciencias cognitivas y las
necesidades que las religiones quieren ir a cubrir.
Una especie de cerebro VS. Alma
En la gente que cree en ángeles, el dilema está en si
permitimos que entren a nuestros pensamientos, a nuestra vida. Una aparente decisión
de libre albedrío.
Poder activar la intuición para que la comunicación con Dios
de lo más efectiva.
Ganándome el odio de los psicólogos, cito a Carl Jung sobre
la intuición:
“La intuición es una
función psicológica que transmite percepciones por vía inconsciente. Se
necesitan símbolos "mágicamente" efectivos, que contengan aquellos
analogismos primitivos que hablan a lo inconsciente. Sólo mediante e símbolo puede lo inconsciente ser alcanzado y expresado.”
De las prácticas inofensivas, quiero creer, padres, hijo y
ángeles a veces se reúnen en una charla amena o en una oración tranquilizadora
antes de dormir.
Tal vez hablar de ellos les ha dado presencia, como cuando
nos preguntamos si existe el árbol que se cayó en el bosque si no lo vemos
caer.
Queridos padres, discernir siempre es una tarea titánica.
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